Muchas personas sienten verdadero pánico a hablar en público, lo viven como algo amenazador. Como un ataque. De hecho, pueden llegar a tener signos físicos como: falta de aliento, enrojecimiento de la cara o temblores. Estas manifestaciones físicas aún aumentan más la incomodidad de afrontar el momento de hablar ante una audiencia, incluso, aunque sean personas conocidas y no completos desconocidos. Pero ¿qué podemos hacer para no vivirlo como una tortura e, incluso, llegar a disfrutarlo?

1.- No distanciándonos de nuestra audiencia. No es un buena idea refugiarse en las diapositivas o en las notas que llevamos. Tienen que ser un apoyo, no son nuestra audiencia en sí.

2.- Hay que alejar el enfoque de nosotros mismos y pensar en cómo vamos a ayudar a nuestros oyentes, virtuales y presenciales, con nuestra intervención. La generosidad de esta acción calma la respuesta de huida que se genera en la amígdala cerebral ante el miedo de hablar en público y activa el nervio vago, que tiene el poder de calmar la respuesta de lucha o huida. Cuando somos amables con los demás, nos sentimos más tranquilos y menos estresados.

3.- Antes de plantear el tema que tenemos que exponer hay que pensar en la audiencia que nos va a ver y escuchar. Identificar las necesidades el público permite elaborar el mensaje y el lenguaje con el que puede conectar.

4.- No pensar en que puedes fallar. Hay que recordar siempre que se trata de ayudar y aportar conocimiento a quienes nos están prestando su atención.

5.- Hacer contacto visual. Evitar las miradas directas o tratar de hablar para todos a la vez no es buena idea. La mejor manera de conectarse con su audiencia es hablando con ellos como individuos así que hay que hablar con una persona concreta en cada ocasión. Ese individuo sentirá que solo está dirigiéndose a él. Es más fácil y agradable tener una serie de conversaciones individuales que hablar con todos a la vez.