Saber escuchar, de verdad, es clave para mantener una conversación productiva y para generar un lenguaje de influencia que permita lograr objetivos satisfactorios a nivel organizativo y empresarial
A veces la herramienta más efectiva en una organización, en un equipo o ante un cliente, está en algo tan importante como saber escuchar. Las ventajas de saber escuchar permiten obtener una mejor disposición de nuestros interlocutores y, además, nos ayuda a generar un lenguaje de influencia que facilita el logro de los objetivos que estemos persiguiendo.
La escucha es un parte de la comunicación en una conversación o un intercambio entre dos personas. Es un interacción activa que si no se produce… es un fracaso. Con frecuencia somos testigos de intercambios dialécticos en los que no hay escucha porque cada parte, como mucho, espera su turno para expresar sus ideas sin prestar verdadera atención al discurso del otro. Es cuando se está oyendo pero no se está escuchando. Escuchar es un acto activo que implica concentrarse en lo que dice y siente la otra persona hasta obtener una idea precisa de su discurso o su punto de vista.
Eso sí: es clave limitar la escucha activa con las personas que tienen tendencia a monopolizar la conversación o a hablar en exceso y sin dar opción a réplica. En esas circunstancias estarían abusando de nuestra predisposición a la escucha sin ánimo de crear un espacio de fluidez y avance.
Saber escuchar tiene grandes ventajas como:
1.- Mejora la confianza entre las partes.
2.- Genera respeto.
3.- Los interlocutores se sienten valorados.
4.- Favorece la productividad.
5.- Incrementa la calma.
6.- Limita los errores.
Mejorando el lenguaje de influencia
En esa conversación, esa comunicación con escucha activa, es fundamental generar estados agradables empleando lenguaje –verbal y no verbal- que pueda resultar incómodo o que pueda molestar a nuestro interlocutor. Si a la hora de escuchar manifestamos un lenguaje gestual de atención y empleamos conjunciones copulativas como “y”, “también” o “además” estamos creando un espacio en el que cada persona puede aportar.
Es clave evitar las conjunciones adversativas como “pero”, “aunque” o “sin embargo” porque tienen el efecto de anular la validez de lo que las precede y pueden generar una sensación de incomodidad sobre quien pretendemos influir.