No anticipar, aprender a desvirtuar las emociones negativas, reevaluar las situaciones que nos estresan, tener capacidad de autorregulación y mantener un diálogo interior positivo

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El estrés laboral es la consecuencia conjunta de las reacciones emocionales, cognitivas, fisiológicas y del comportamiento que una persona puede tener por causas del trabajo –contenido, entorno, organización, etcétera-. Recientemente se ha conocido, gracias a una investigación desarrollada por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), que la carga de trabajo es el factor más estresante para el trabajador.

Sin embargo, en torno al estrés laboral hay una serie de recomendaciones que se centran en desarrollar la tolerancia al estrés. Esto es especialmente interesante para quienes viven estados internos de ansiedad y angustia y tienen respuestas no adaptativas cuando se sienten contra las cuerdas.

La tolerancia al estrés, recuerdan los especialistas en psicología, no es obtener la inmunidad al mismo sino lograr una habilidad personal que nos permita sobrellevar las emociones superpuestas y los agobios o estados emocionales negativos sin sucumbir a ellos. Esta habilidad influye en nuestro equilibrio mental y nos ayuda en la manera en que percibimos el mundo.

Las personas con tolerancia al estrés tienen menor tendencia a caer en estereotipos, lidian mejor con la ambigüedad y suelen evitar caer en conclusiones precipitadas.

La tolerancia al estrés se basa en cinco premisas:

1.-  No anticipar. Está bien conocer las posibilidades que se nos presentan pero estar anticipando constantemente situaciones negativas es algo que nos perjudica a nivel mental. El objetivo tiene que ser evitar anticipar y con ello eludiremos la ansiedad anticipatoria.

2.- Aprender a desvirtuar las emociones negativas. Cuando atravesamos una mala racha o vivimos una situación negativa, o varias, lo indicado es no regodearse en esas emociones que nos pueden acabar lastrando. Las emociones, todas, tienen su función pero lo que es perjudicial es entrar en una rueda de pesimismo y negatividad. Quienes tienen una buena tolerancia al estrés no se obsesionan con las circunstancias adversas y son capaces de reconducir su atención para no obsesionarse con lo que les ocurre y poder seguir adelante con cierta dosis de normalidad.

3.- Reevaluar las situaciones que nos estresan. Cuando estamos en una situación estresante podemos tener tendencia a ver el entorno, y todo lo que nos pasa o rodea, con una visión bastante distorsionada. El objetivo es desdramatizar, tomar distancia y comprender que probablemente el problema que nos preocupa hoy será intrascendente o habrá pasado en un tiempo que puede ser más o menos corto en función de su gravedad.

4.- Tener capacidad de autorregulación. Las personas con tolerancia al estrés son capaces de mantener un grado de autocontrol adecuado que impide que las emociones negativas influyan demasiado en su comportamiento. Mantienen un nivel de funcionamiento adaptativo que no les hace caer en comportamientos agresivos o que limite la aplicación de la inteligencia emocional.

5.- Mantener un diálogo interior positivo. Es crucial mantener una diálogo interno que esté cargado de positividad, que no nos limite o nos bloquee. Fórmulas como “esto no me puede frenar”, “pasará”, “puedo hacerlo”, “tengo soluciones”… son de gran ayuda para ese intercambio de comentarios interno que todos tenemos.

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